La cárcel del amor de la iglesia San Juan Bautista de Carora

     Henry Vargas-Ávila

Fue el escritor venezolano Mariano Picón Salas quien dijo que “a pesar de dos siglos de enciclopedismo y de crítica moderna, los hispanoamericanos no nos evadimos enteramente del laberinto barroco. Pesa en nuestra sensibilidad estética y en muchas formas complicadas de psicología colectiva”. 
1 El mexicano Octavio Paz agrega que “habría que añadir que también está presente en la vida política: el nepotismo y demás supervivencias del patrimonialismo español; en la vida sexual y en las relaciones familiares, dominadas por las figuras antagónicas y complementarias del Patriarca, el Parrandero y la Madre y en otros rasgos de nuestra vida moral e intelectual…”.

Mucho ha hecho el Santo Concilio de Trento del siglo XVI para formar las conductas de los católicos, proclives al desenfreno y a la vida disoluta. Los sacerdotes de este conclave determinaron que el matrimonio es un sacramento y además como un contrato, que nace de un acuerdo de voluntades y que es, según el Canon 7, Sección XXIV, un sacramento indisoluble: para toda la vida. 

En la remota ciudad de blancos de Carora, ubicada en el semiárido occidental de Venezuela, llamada con justeza desde principios del siglo XX “Ciudad levítica de Venezuela”, los sacerdotes inventaron una cosa muy ingeniosa llamada “cárcel del amor” para colocar allí a las parejas matrimoniales en conflicto y desavenencias. Estaba de por medio la lección moral de san Juan el Bautista, quien fue condenado a morir por Herodes Antipas, quien cortejaba a la esposa de su hermano, relación que desaprobaba con ardor públicamente Juan y que le cuesta la vida. 

A pesar del rígido patriarcalismo existente entre los mantuanos o patricios caroreños y quizás por ello mismo, el sagrado vínculo del matrimonio entraba en esta ciudad temerosa de Dios en serios descontentos y antagonismos. Como no existía el divorcio matrimonial, que no llega sino con el presidente Cipriano Castro a principios del siglo XX, había que hacer lo posible que las parejas se reconciliaran sin llegar a la ruptura total. Había casos de infidelidad y hasta desamor, pero la Iglesia Católica con su poder creía necesario restaurar el orden perdido. El adulterio era frecuente y quizás lo que motivaba a los curas de la iglesia de san Juan a encerrar a parejas desacordadas. 

Para tal fin se dispuso una pequeña habitación contigua a la sacristía, donde las parejas enojadas y en conflicto pasaban días y semanas juntos y bajo la vigilancia estricta de los levitas. Se les suministraba literatura sagrada, se les sermoneaba y se les proporcionaban la debida alimentación y una cómoda cama. Con todo, la “cárcel del amor” no logra de manera total evitar las uniones extramaritales y a veces ellas eran toleradas por la sociedad. Muchos mantuanos caroreños se sienten orgullosos de tener hijos naturales. Lo veían como una manera de garantizar confiable obra de mano para sus haciendas y fincas ganaderas, bovinas y caprinas.

Esta celda de cupido ha desaparecido y solo queda el recuerdo de ella. Contribuyó a ello la implantación del divorcio vincular en 1904 por el “Cabito” Cipriano Castro, a la relajación general de las costumbres por influencia anglosajona y a la llegada de la ciencia de la psicología a Venezuela que hicieron inoperantes los eróticos barrotes de la iglesia de San Juan Bautista de Carora. 

Es una verdadera pérdida para la memoria sentimental que no haya quedado registro fotográfico de esta curiosa celda, que hubiese maravillado al mismísimo padre del psicoanálisis, el médico judío Sigmund Freud y también al autor de La llama doble. Amor y erotismo, el Nobel de Literatura mexicano Octavio Paz.


EL HEPÓNIMO PEDRO LEÓN TORRES ARRIECHE, FIEL DEVOTO DE SAN JUAN BAUTISTA

 Henry Vargas-Ávila

     Cécil Humberto Álvarez Yépez nos dice que es conocido que este héroe de la Independencia suramericana era masón y que la logia masónica con sede en la ciudad de Carora lleva actualmente el nombre de este insigne y egregio patriota venezolano. Sin embargo, era un católico fervoroso y devoto, fiel del santo patrono de la ciudad de Carora, que lo vio nacer en 1788. Oropeza, L. (1974) escribe que su entusiasmo religioso por Juan el Bautista le viene por haber nacido un día después del día donde se celebra universalmente al santo patrono, es decir, el 25 de junio, en pleno solsticio de verano.

    Fue bautizado el niño Pedro León Torres en la iglesia de San Juan Bautista de Carora, ciudad que varias décadas más tarde será llamada con propiedad Ciudad levítica de Venezuela. La partida de nacimiento del futuro héroe de las batallas de San Félix y Bomboná, dice:

“Hoy día cuatro de julio de mil setecientos ochenta y ocho, yo, el Br. Judas Tadheo Riera, Cura de la Santa Iglesia Parroquial de esta ciudad de Carora, dí licencia al Bachiller Dn. José Félix Espinoza (de Los Monteros), Cura del pueblo de los Arenales; y usando de élla bautizó solemnemente, puso Santo Óleo y chrisma y dió bendiciones según el Ritual Romano a un niño que nació el día 25 de junio, al puso por nombre Pedro León de la Trinidad, hijo legítimo de Dn. Francisco de la Torre y Da. Francisca Arrieche. Fueron padrinos Dn. Juan Andrés Antonio Oropeza y Da. Josefa Ignacia de Arrieche por poder que para ello le dio Da. Rosa Muñoz de Ortega, vecinos de la ciudad de Caracas, a quienes advertí parentesco espiritual y su obligación de que certifico. (Pbro.) Br. Judas Tadheo Riera”. p.38



Acta de nacimiento del Epónimo del municipio, el G/D Pedro León Torres Arrieche, cortesía de Emma de Herrera, celadora del Archivo Diocesano de Carora


      El historiador García-Chuecos, H. (1940) nos dice:

“Habiendo tenido a la vista una la copia certificada de la partida de bautismo. Corre inserta   en la Sección de Ilustres Próceres. Archivo Nacional, Expediente de Pedro León Torres, Tomo XCII, folio 315. En la referida partida no hace constar que Torres, naciera en Arenales. p.23, y que: el 25 de junio de 1778 fue día de júbilo para el hogar Torre Arrieche. Por tercera vez el cielo bendecía aquella unión y nacía un niño, el que muy luego, el 4 de julio del mismo año, era llevado a la pila bautismal y se le daba por nombre Pedro León de la Trinidad. Le impulso el sacramento el bachiller José Félix Espinosa de los Monteros, cura del pueblo de Arenales, en uso de licencia que le había concedido el bachiller Judas Tadeo Riera, Cura Teniente de la Iglesia Parroquial. Fueron los padrinos, de acuerdo con las prácticas de la Iglesia, don Andrés Antonio de Oropeza, y doña Josefina Ignacia Arrieche, en representación está de doña Rosa Muñoz y Ortiega, vecina de la ciudad de Caracas y esposa del criado doctor Juan Agustín de la Torre”. p.23

 

     Por la rama Arrieche nuestro biografiado lleva en sus venas, sangre de Vizcaya, dado que madre era nieta de don Pedro Regalado de Arrieche, vizcaíno, el primero de esta familia que se estableció en la ciudad de Carora, en donde contrajo matrimonio el 19 de marzo de 1688, con doña Juana Riera.

     Desde muy joven Pedro León se siente atraído, quizás por tradición de su familia, por Juan el Bautista, y cuando practicaba los llamados toros coleados, un peligroso y viril deporte, se invocaba al santo patrono para su protección y amparo. Lo mismo cabe decir en los múltiples encuentros armados que protagonizó en Venezuela y en Colombia, desde 1811 hasta 1822, donde mostró una valentía y coraje pocas veces visto.

     García- Chueco (op.cit.) nos resalta que:

 Carecemos de documentos que nos informen de que cómo se desenvolvieron los primeros años de la vida de Torres. El material histórico del que disponemos referentes a los últimos años de la Colonia, escasean en datos acerca de la existencia de escuelas primarias en lugares apartados de los centros políticos y comerciales, y consecuentemente ignoramos los nombre de aquellos humildes civilizadores a cuyo cargo estuviera la obra meritísima de difundir elementos conocimientos de literatura y ciencia, en la mayoría de nuestros pueblos del interior. p.25

 

     Oropeza. (Ob. cit.) Dice que en 1888, en tiempos del llamado “guzmancismo” en la Iglesia Matriz de San Juan, leyó un emocionado panegírico, el Pbro. Dr. Maximiliano Hurtado, quien “hizo presente que por las tradiciones de la Iglesia se sabía que la antigua y rica capa de la imagen de san Juan Bautista, era un presente que el General de División Pedro León Torres había hecho a ese santo de su veneración: y que, por la feliz coincidencia de las fiestas del Santo y del Héroe, exponía en el templo la histórica reliquia a la pública contemplación”. p.45  En entrevista, Emma Oropeza de Herrera nos refiere que: Se sabe que esta capa de terciopelo, hoy lamentablemente desaparecida, era de color carmesí con sobreguardas de oro.     Este fervor religioso acompañó al héroe de la Batalla de Bomboná en la Campaña del Sur, liderada por el Libertador Simón Bolívar. Es de seguro que, al recibir mortales heridas en este encuentro armado del día domingo, 7 de abril de 1822, haya encomendado su alma a Juan el Bautista para morir meses después en un hospital de campaña de los realistas, el día jueves, 22 de agosto de ese mismo año.

    El Cronista Municipal, Luis Cortés Riera, nos dice que: En este presente año 2022 se ha constituido una Comisión del Bicentenario del Fallecimiento del General de División Pedro León Torres, que se ha propuesto, con justeza y patriotismo, repatriar sus restos mortales del Héroe de Bomboná que se encuentran en una iglesia de Yacuanquer, al sur de Colombia, para ser colocados en el Panteón Nacional de Venezuela, Caracas, el próximo día lunes, 22 de agosto de 2022, una verdadera deuda histórica a saldar. La devoción al Bautista del Héroe independentista caroreño deberá ser puesta de relieve en tan magna y gloriosa ocasión que reafirmará, sin duda, nuestra Idea de Nación., como plantea Reinaldo Rojas, 2011, p.16 y sgtes.