RESUMEN
Desde
tiempos remotos, la humanidad ha celebrado con fiestas alegóricas el cambio de
las estaciones y, en particular, los solsticios de verano, el 21 de junio y de
invierno, el 21 de diciembre. La fiesta de San Juan Bautista coincide con el primero de ellos. Esta contribución muestra una visión poco estudiada de la fiesta de este
santo en Venezuela,
donde existe la percepción de que ya todo está dicho al respecto, lo que limita
el tratamiento del tema a la repetición de consagrados lugares comunes.
Este trabajo de carácter documental se centra en la fiesta de San Juan Bautista
en Carora, ciudad colonial del semiárido del occidente venezolano, castiza y
profundamente religiosa, intentando aproximarse a una respuesta sobre la
ausencia de repiques de tambor en las festividades del santo en dicha ciudad,
que celebra con fiesta religiosa y social muy sobria, a diferencia de la costa
y otros lugares del país. El análisis planteado se inscribe en la corriente de
la Escuela de los Anales, enmarcado en las mentalidades religiosas y desde la Historia
social. Este aporte
contribuye al estudio de la complejidad de las celebraciones de San Juan en
Venezuela, al describir las variantes de las mismas en el país, asomando luego el
dominio de la Iglesia Católica sobre la población esclava, a través de las
cofradías y del control de las haciendas, como elemento principal que explica la
ausencia de la influencia africana en las festividades en honor al santo
patrono en la levítica ciudad de Carora.
Palabras claves:
Fiesta de San Juan, mentalidades religiosas, santos patronos
MANIEFESTATIONS TO
SAN JUAN BAUTISTA IN HISPANOAMÉRICA:
FESTIVALS OF SAN
JUAN BAUTISTA DE CARORA
Since
the earliest times, humanity has celebrated the change of seasons with
alegorical festivies, and especially the two solstices: the summer one, june 21,
and the Winter one, December 21. The festival of San Juan coicides with teh
first of these. This inquiry gives a visión of San Juan Bautista in Venezuela Little
studied. As an amazing result where an impresión has been created that everything
is already said, preventing new approaches to the subje, simpy repeating consecrated
common places. This is the case of Carora, a colonial city of the semi-arid of
esten Venezuela, traditioanal and deeply religious, founded under the
invocation of Our Lady of the Mother of God and then refounded (1572) with the
name of: San Juan Bautista del Portillo. Thas is the stage of study that we
have called: Manifestations to San Juan Bautista in Latin Amerca: Feasts of San
Juan Bautista de Carora. Unlike the coast and other places in Venezuela, here San Juan
is not celebrated with drum ringing, but with a very sober religious and social
party. It is he intention of this cotribution, which aspires to contribute to the
anlysis of the complexity of the celebrations of Saint John the Baptist in
Venezuela, altenating to understand the mutatiotion of the feast of the Holy
from the circumspection of the sacred to the profane and mdernizing in the in Levitical
ciy of Carora.
Keywords: Feast of St. John, religuours mentalities, patron saints.
Introducción
Todos los pueblos del mundo necesitan de
la festividad porque ella representa el recuento de los haceres de la gente, es
identidad, es proyección al futuro de generaciones que crecen y que necesitan
estar vinculadas para mantenerse cohesionados en el tiempo (Dussel Ambrosini, (1983).
El festejo es el almizcle que segregan los pueblos para permanecer juntos, para
identificarse con los suyos, para encontrarse.
La palabra fiesta encierra un sentido
religioso y es usada desde la Edad Media para definir todos los actos de la
liturgia católica; por ello, la fiesta nuestra de hoy, sobre todo la heredera
de la Iglesia romana, casi siempre la convoca un santo, una divinidad o un
icono religioso (Velasco Maíllo, 1982). En Hispanoamérica, al ser la iglesia católica el
lugar privilegiado donde todo se valida y se expresa, es allí donde se
localizan la dramatización festiva, descifrando un desenlace en el que estas
manifestaciones son dirigidas a la fe y el sincretismo, movidas, no por algún
instinto gregario u otro tipo de automatismo apriorísticamente determinado,
sino por la identificación con una lógica simbólica, adecuada para pensar la
propia vida (Weber, 1999).
Con
relación a los orígenes de las festividades religiosas en Venezuela, el
historiador Ramos
Guédez (2011), señala que:
La festividad de estas
manifestación religioso-cultural en Venezuela tiene sus antecedentes históricos
en la Edad Media, notándose profundas raíces del catolicísimo ibérico que fue
trasladado desde España al Nuevo Mundo, través de la celebración del día de
Corpus Christi por parte de la Iglesia Católica, establecida en el calendario eclesiástico
de esa institución, por una Bula Papal de Urbano IV (1264). (p. 69)
Sin duda, el concepto de la fiesta ha
evolucionado y hoy se puede hablar de fiesta popular, aun cuando tenga en sí
misma una génesis muy formal, que es la fiesta religiosa (Liscano Velutini,
2000). De allí, que las celebraciones colectivas de los pueblos, sobre todo en
Hispanoamérica, se presentan en dos escenarios. Uno que se ubica en el contexto
formal, simbolizado en el convocante, bien sea una virgen, un santo o un
símbolo, como la cruz. El otro –el popular- representado por un abanico de
sentires del pueblo, que exige a quienes liderizan la fiesta formal, que sus
cosas cotidianas sean incorporadas en la celebración. Según Velasco Maillo (1982),
en el estudio de la fiesta y el folklore hay que tener presente el entorno
festivo en el que se desarrolla el acontecimiento cultural y tradicional, el
cual se explica por la necesidad que el pueblo tiene de sentir su comunidad sus
señas de identidad (p.10).
Esa simbiosis entre lo formal y lo popular
permite que la fiesta se unte de un sentido de pertenencia, al estar presente
el sentimiento de la masa popular. En el caso de Latinoamérica, se juntan los
elementos cristianos y paganos, las divinidades naturales del indio y del negro
se confunden con el culto cristiano. De hecho, por medio de sus prácticas religiosas
los pobladores de esta región no se quedaron en una situación sociocultural
étnicamente predeterminada, sino que activaron constantemente procesos de
(re)significación que actualizaban gradualmente sus expresiones, lo que se
aprecia en la devoción a San Juan Bautista a través del espacio-tiempo (Liscano Velutini, 2000, p. 80).
Es así como en Latinoamérica se entrelazan
en las festividades religiosas oraciones y cánticos católicos con celebraciones
ancestrales que rememoran, entre otras cosas, el principio y el fin de las
cosechas unidas a un santo, donde, por ejemplo, se repica el tambor y se suenan
las maracas hermanándolos con el cuatro y la guitarra.
De esta forma se viven en Venezuela las
fiestas de san Antonio, san Isidro Labrador, san Juan y san Benito y aunque a estos
dos últimos se les asocia de manera exclusiva con el tambor, existen escenarios
donde se les celebra con gran protocolo. No es casual que sean los propios
pueblos los que sazonen la fiesta y es por ello que existen variantes en la
celebración colectiva dedicada a un mismo motivo religioso. Así, se muestra,
por ejemplo, la fiesta a la Virgen de la Chiquinquirá en Maracaibo, que tiene
un componente de templo y un aspecto de calle y aun cuando es la misma advocación
de la virgen que existe en Aregue, pueblo vecino de Carora, guarda una
distancia en la manera como su gente la venera.
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Con san Juan ocurre algo similar: mientras en la costa se le festeja con música de tambor, en Carora se hace con fiesta protocolar y hasta de salón. Ante este contraste, la interrogante que guía el estudio es: ¿A qué obedece la diferencia entre el culto a San Juan en Carora y el de otras regiones que lo celebran con tambores bajo una clara influencia africana?
En atención a esta inquietud, el presente aporte describe las
variantes de la celebración de San Juan Bautista en el país, para
luego aproximarse al por qué de los rasgos tradicionales europeos predominantes
en la
festividad del santo en la referida ciudad.
En torno a la
celebración de la fiesta en honor a San Juan Bautista en Venezuela, algunos
rasgos han sido tratados en abundancia –aunque de forma somera- mientras otras
características se han estudiado de manera limitada. Como resultado lamentable
de esta circunstancia, se ha creado la percepción de que ya todo está dicho
sobre el tema, lo que amilana los nuevos acercamientos al mismo y da lugar a la
reiteración de consagrados lugares comunes, algunos no exentos de verdad y
otros que deberían someterse a revisión. Apuntando en tal dirección, este
artículo aspira, muy modestamente, ofrecer un aporte al análisis de la
complejidad que rodea las celebraciones del San Juan Bautista en Venezuela.
Este trabajo es de carácter principalmente
cualitativo y
de carácter documental, inscrito en la corriente de la Escuela de los
Anales y enmarcado dentro del estudio de las mentalidades
religiosas.
Aspectos teóricos
Algunas indagaciones preliminares sobre el
imaginario religioso:
San Juan Bautista en el ideal devoto.
En el Nuevo Testamento, Juan el Bautista
es el último sumo sacerdote del Antiguo Testamento. Según el relato bíblico, colocó
sobre la cabeza de Jesús el redentor, el agua del Jordán que lo ungiría con la
gracia de pertenecer a un mundo libre del pecado original (La Biblia, Nuevo
testamento, Mateo 3, Marcos 1, Lucas 3). Así lo encontró el surgimiento
del cristianismo y lo asumió como un icono referencial de lucha, incluso previo
a Jesús de Nazaret o pudiéramos decir, contemporáneo con este, y lo convirtió
en uno de los primeros santos que la creencia católica venera dentro de su
estructura iconográfica. Un hombre que vivió -según se refleja en la Biblia- en
uno de los espacios del mundo que más ha planteado conflictos humanos, dada la
diversidad de posiciones surgidas en torno a la creación de religiones
monoteístas. Es importante destacar que Juan el Bautista era un hombre,
descrito en los libros sagrados con características fenotípicas del habitante
del oriente próximo, su lugar de origen.
Un sector
importante de la comunidad latinoamericana y caribeña está vinculado, desde el punto de vista de las
creencias y prácticas religiosas, con la figura de Juan “el Bautista” o San Juan
Bautista, sobre todo, la creyente en la religión católica, que, sin distingo de
clase u origen racial, muestra devoción y culto al santo. Es de destacar que,
en la santería cubana y brasilera, Juan el Bautista tiene su propio puesto,
bajo la denominación de “eleggua” y
simboliza la estabilidad de la persona. Es, además, mensajero de “Olefi”, que representa a Jesús el hijo
de Dios (Rojas Mix, 1988, p. 36).
La vinculación de este santo con la
comunidad negra latinoamericana y, sobre todo la caribeña, se establece por
cuanto él es quien motoriza las creencias y manifestaciones de este grupo, quizá
porque entre sus bondades divinas, las que le asigna la Iglesia católica, está
la protección de aquel que sufre por imposición de grandes penas y del que vive
bajo el desamparo. Pero, no es un santo
negro, aunque en algunos santuarios no católicos se le tiña de ese color, como
buscando analogías entre el color de la piel del mortal terreno y la superioridad
divina del personaje que se invoca.
San Juan Bautista, creencias, juegos y supersticiones
Los cultos al fuego en Iberoamérica, datan
de tiempo anteriores a la llegada de Colón y están simbolizados en la mayoría
de las múltiples fiestas solares presentes en casi todas nuestras culturas
aborígenes. Al igual que en el viejo continente, los cultos solares están
relacionados con la producción, la siembra, la fertilidad de la tierra, en fin,
con el devenir eterno de la vida (Ocampo López, 2006). En casi toda Europa se
ha vinculado estas celebraciones originariamente al solsticio de verano, la
víspera del 23 de junio. El cristianismo, como ya se sabe, lo “despaganizó”
convirtiéndolo en la noche de San Juan (Camacho Rivas, 2013, Sojo
Rengifo, 1986).
El fuego era el elemento principal de la
fiesta de San Juan en Europa, desde España y Portugal hasta Rusia, desde los
países nórdicos hasta el mediterráneo. Según Pórtela
(2015), la tradición de las hogueras de San Juan proviene de los Fuegos de
Beltane, que se celebraba en la antigüedad en honor al dios Bel (Belenos),
dios del fuego y de la luz. Lo que sí parece obvio es que estos rituales de
origen precristiano nacieron para celebrar el curso solar en
el día en el que el astro se encuentra en su punto más alto. En el norte de
Europa el verano y la primavera supone un auténtico
renacimiento, que debió ser crucial para el hombre primitivo.
Debido a sus orígenes ligados a las fiestas
dedicadas al solsticio estival, las celebraciones de san
Juan conservan elementos distintivos de dicha festividad solar: las fogatas, las antorchas y la costumbre de echar a
rodar o tirar al aire una rueda. El
humo de las hogueras y antorchas es purificador; la rueda es símbolo del sol, que
comienza su descenso (Frazer, 1981).
En la Edad Media y en los siglos
posteriores hasta mediados o finales del siglo XIX, la fiesta de San Juan, con
una gradual predominancia de elementos profanos, desligados del contexto sacro
mágico inicial, fue celebrada por un nutrido grupo de jóvenes de ambos sexos,
ancianos, niños, quienes se reunían en torno a las hogueras para cantar,
bailar, comer, beber. Se celebraba la víspera y la noche de San Juan.
La fiesta de San Juan, despertaba la
fascinación que el hombre ha sentido siempre ante el misterio y ante el fuego. Además,
brindaba oportunidad social de acercamiento entre la gente, de comunicación
entre varones y hembras en soltería. Los enamorados podían consultar el
destino. Los jóvenes saltaban por encima del fuego en un ejercicio de profunda
sugerencia erótica. Estas prácticas pirolátricas daban lugar a ritos
adivinatorios o propiciatorios, relacionados con el matrimonio y la agricultura
(Alendres, s.f., párr. 6 y 7).
Pollak-Eltz (1994). Los cultos al fuego,
en América, datan de tiempos antes de la llegada de los europeos, están
simbolizados en las mayorías de nuestras culturas aborígenes. En el culto solar
estaban relacionados con la producción, con la siembra, con la fecundidad de la
tierra en fin con el devenir eterno de la vida. Luego, con el proceso de la
conquista y localización llega San Juan al continente iberoamericano, y es
adoptado por los esclavos negros que al venir a Venezuela había dejado
olvidados sus dioses ancestrales. Sin embargo, acá predominó el agua sobre y el
fuego, los paseos por los ríos y mares, los baños purificatorios, rituales más
cercanos a la fusión bautismal del santo (pp. 21-30).
El Santo Patrono
de Carora: San Juan el Bautista
Hacer referencia de Carora, es hablar de
una región, junto a una delimitación física; a la mezcla del calor humano; a la
tierra y al trajinar de sus hijos a través del tiempo. A este respecto, el
historiador Perera (1995), en su
extraordinario aporte de investigación, refuta la creencia sobre la fundación
de Carora, mantenida hasta 1934, según la cual se entendía que la ciudad había sido
fundada por Don Juan de Salamanca el 19 de Junio de 1572. Pero el investigador
y acucioso historiador prueba con documentos históricos que fue fundada por
Juan del Thejo en 1569, con el nombre de Nuestra Señora de la Madre de Dios de
Carora.
Esta
fundación no se hizo en el sitio actual, sino cerca de la vieja carretera a
Barquisimeto. La fecha es 1569, pero no sabemos ni el día ni el mes, aunque se
supone debe haber sido septiembre, pues para enero de 1571, según un juicio de
residencia, la ciudad tenía 16 meses, más o menos de fundada.
Posteriormente fue refundada en 1572,
por Juan de Salamanca, con el nombre de San Juan Bautista del Portillo. Sobre este hecho asevera Cortés Riera
(2003) lo siguiente:
“En el espacio geohistórico que nos
ocupa se hace imperativo destacar la existencia allí, desde 1569, de un centro
organizador urbano: la ciudad de Carora, la cual le da carácter funcional a
nuestra subregión, objeto de nuestro análisis, al imponerle su predominio
económico, político y religioso”, p. 33.
Rojas (1995) refiere que, en efecto, fue
la ciudad del Portillo un centro artesanal-comercial importante, sede del
gobierno colonial y asiento de una parroquia eclesiástica. Sin estos factores
sería inimaginable darle una coherencia, un sentido a la ocupación social del
espacio. Respecto a la organización de la ciudad en torno a la sede de estos
poderes, señala Cortés Riera (2014):
Alrededor de la cuadrícula de la Plaza Mayor se asentaron los dos poderes
sobre el que se levanta la cultura hispánica: la iglesia y el ayuntamiento. Una
arquitectura hecha para permanecer, la iglesia de San Juan y la Casa Amarilla,
edificios que después de cuatro siglos aún reciben visitantes maravillados y que
muestran una impronta andaluza o canaria en sus diseños. Todo muestra austeridad. Hasta
nuestro barroco está como gobernado por la economia de la forma, estilo que
tiene como epitome las fachadas desnudas y desabrigadas de nuestros templos
coloniales. Es un barroco espartano, si cabe la expresión. Es la expresion
clara de la ausencia de aborigenes a los cuales deslumbrar, o bien la
dificultad de obtener materiales constructivos durables, así como alarifes y
albañiles. Carora es el producto del desengaño doradista y de la simplicidad de
los pueblos agropecuarios. Y allí estaban las casas coloniales, con anchas
paredes y muros, amplios patios andaluces en donde se reproducían los huertos
peninsulares, habitaciones protegidas por las infaltables celosías y mamparas,
que son una suerte de panópticos coloniales. (párr. 22)
Iglesia San Juan Bautista y la Casa Amarilla, sede de los Poderes de Gobierno. Fuente: El Cojo Ilustrado (1895)
En esta área social nucleada alrededor de
Carora, se instaló una estructura institucional de gobiernos civil y
eclesiástico que se extendía desde los límites de los actuales estados Falcón y
Trujillo de Norte a Sur; y desde la Jurisdicción de Barquisimeto del siglo
XVIII, hasta el actual Estado Zulia de Este a Oeste.
La Iglesia católica acometió un proceso de
cristianización autoritario por medio de la creación de 14 parroquias
subsidiarias de la de San Juan Bautista del Portillo de Carora, desde 1569
hasta 1859, que están ubicadas en San Miguel de los Ayamanes, Siquisique, Río
Tocuyo, Aregue, Agua de Obispos, La Otra Banda de Villegas, Valle de Los
Quediches, Morosua, Burere y Curarigua, todas erigidas durante la Colonia; en
tanto que durante el régimen de la República se crearon parroquias en centros
poblados. (Rojas, 1995, p. 398).
Carora tiene como patrono a San Juan
Bautista, lo que se corresponde con su nombre de refundación y consolidación (San
Juan Bautista del Portillo de Carora). Este santo es asociado a la parranda y
al tambor, pero, en Carora existe un San Juan patricio que vive en su nicho
grande del templo mayor edificado en su honor (Iglesia San Juan Bautista de
Carora), que la propia autoridad eclesiástica, dada la altísima feligresía de
la región, elevó a la categoría de catedral en año 1992. El historiador Cortés
Riera (2014), al referirse al patrono de Carora, señala:
Esta localidad ha tenido como santo
patrono protector a Juan el Bautista, un predicador del desierto de Judea que
hacia una vida de ascetismo y de privaciones: voz que clama en el desierto-, se
llamaba a sí mismo aquel asceta. Profeta de dos grandes religiones
universalistas: el cristianismo y el Islam. Desde su infancia fue nazir, es decir, estuvo ligado por el
voto a ciertas abstinencias. El desierto del que estuvo rodeado le llamó desde
el primer momento. Llevaba allí la vida de un yoguí de la India, vestido de pieles o de telas de pelo de camello,
sin otros alimentos que langostas y miel silvestre. Abstinencia de carne, de
vino, de placeres sexuales se consideraba como el noviciado de los reveladores.
(párr. 20)
Es el santo
patrono que mejor encaja en la geografía caroreña por su espíritu semítico, a
medio paso de dos desiertos, el de Judea y el de Arabia. ¿No es el desierto,
acaso, el lugar donde nacieron las religiones monoteístas: judaísmo,
cristianismo e islamismo? (párr. 21)
Aspectos metodológicos del estudio
El presente trabajo constituye una
investigación principalmente cualitativa, de carácter heurística y de diseño
documental, en la cual se busca reconstruir el proceso histórico de la
religiosidad en el semi-árido del occidente venezolano, específicamente en el
estado Lara y el distrito Torres, siguiendo muy de cerca la corriente de la
Escuela de los Anales, enmarcada dentro de las mentalidades religiosas y de la Historia
Social. Esta constituye un enfoque que concibe al hecho histórico dentro de un
todo que lo contextualiza, que parte desde lo local hasta lo global
(Mora-García, 2004).
En ello se puede observar los esbozos de Michel Vovelle (1985) cuando analiza “la historia y la larga duración”. Desde este enfoque, la investigación se inscribe en la categoría de las mentalidades religiosas de larga duración, por cuanto se estudia el hecho histórico representado por el catolicismo y la sociedad caroreña como expresión del mantuanismo colonial, inmersa en ese proceso del hombre unido con el medio geográfico, constituido por la propia ciudad de Carora (1569) y sus zonas de influencia.
Hallazgos preliminares
Variantes de las fiestas de San
Juan en Venezuela
Como resultado de las indagaciones sobre las celebraciones de San Juan
en Venezuela, se constató que esta ceremonia se lleva a cabo en el mes de
junio, en un espacio geográfico que abarca veinte estados del territorio
nacional, conglomerado en el que no están incluidos los estados Amazonas y Zulia,
ya que no se dispone de información sobre estas entidades. En un mayor
nivel de detalle sobre el alcance territorial de la festividad aludida, cabe
señalar que, en este ámbito constituido por veinte entidades federales, se han identificado 199 comunidades en donde
se celebran fiestas en honor a San Juan Bautista (Asociación Centro de
Investigación Socioculturales de Venezuela, 2017).
Con base en estos hallazgos se puede
afirmar que la solemnidad que nos ocupa está presente en ciento noventa y nueva
(199), comunidades de los Estados de Venezuela, diseminadas en veinte entidades
federales, quedando pendiente los Estado Amazonas y Zulia por no poseer
pesquisas. En tal siendo, y por consiguiente muy inspirador su exposición
relativa para arrojar aristas -de acuerdo a las acercamientos y diferencias de
la festividades- acerca de algunas manifestaciones culturales venezolanas.
La festividad a San Juan Bautista en la
geografía venezolana es diversa, debido a que la misma presenta tres variantes ceremoniales;
La
primera corresponde a la celebración con la utilización de tambores. Esta
abarca cuatro estados: Aragua, Carabobo, Distrito Capital, Miranda, y Vargas, lo
que representa un 20% del ámbito político-territorial analizado y corresponde a
la franja centro-norte costera.
La segunda variante no incluye el tambor y
se apega más a la liturgia europea, en específico, la liturgia eclesiástica
católica. Comprende el mayor porcentaje del área estudiada, por cuanto se extiende
a catorce entidades, que equivalen (60%) de las entidades analizadas. Esta
variante está presente en los estados: Anzoátegui, Apure, Barinas, Bolívar,
Cojedes, Delta Amacuro, Lara, Mérida, Monagas, Nueva Esparta, Portuguesa,
Táchira y Trujillo.
La tercera modalidad es de carácter mixto.
Esta denominación indica que se puede usar o no los tambores y es
característica de cuatro estados (20%): Falcón, Sucre, Guárico y Yaracuy.
Al observar los porcentaje de distribución
de las modalidades de la celebración a San Juan Bautista en Venezuela, se
aprecia que la mayor proporción de los estados (60%) se apega a la tradición
europea, omitiendo la utilización de tambor; mientras en el 40% de las
entidades, se aprecia la influencia de los esclavos africanos, cuyas expresiones
tenían como elemento protagónico a los tambores, lo cual permitió darle un giro
a la celebración analizada (Asociación Centro de Investigación Socioculturales
de Venezuela, CISCUVE,2017).
A
la luz de lo expuesto, resulta sugestivo indagar las razones por las cuales las
celebraciones de San Juan en Venezuela se arraigan más en la variante ibérica que
en la meridional. Este trabajo se enfoca en aportar elementos para ofrecer
respuestas a dicha inquietud, con referencia específica a las festividades de
este santo en la ciudad de Carora.
Las fiestas de San Juan en Carora
En Carora, es San Juan el que convoca en
la actualidad al encuentro de los habitantes dispersos en ese inmenso
territorio de lo que representa el Distrito Torres, espacio que es herencia de
los linderos que le asignara su repoblador en 1572. Mora, L. (2000). Sin
embargo, resulta curioso que ni en Carora ni en sus alrededores haya réplicas
de San Juan en casas particulares en las que tengan la intención de formar fiesta
y jolgorio distintas a la que convoca la imagen que vive en el templo principal
(Catedral de San Juan Bautista de Carora). Y si nos referimos a lugares o
asentamientos humanos dedicados en su nombre, sólo existe uno con ese topónimo
y su data de constitución como asentamiento humano es relativamente reciente
(Instituto Nacional de Estadística, INE, 2001). Cabe preguntarse entonces, ¿No
hubo esclavos en Carora que dedicaran al Bautista el nombre de sus poblados o
fiestas, al propio estilo del que hacen los negros de la costa?
La respuesta es que sí hubo esclavos
africanos en Carora. El propio obispo Mariano Martí, en su visita a esta ciudad
en 1776, hace levantar un censo en el cual se reflejan las cifras de dicha
población. A partir de aquel padrón, Rojas (1995) elabora un registro incluido
en su estudio de la Región de Barquisimeto, que se presenta a continuación (p.
158):
Cuadro 1: Población por castas en Carora
1776 - 1779
Españoles y mestizos |
Indios |
Negros, Zambos y
Mulatos |
Esclavos |
Total |
1.999 |
3.160 |
3.832 |
585 |
9.576 |
Fuente:
Rojas (1995, a partir de Martí, 1988).
A la luz de estas evidencias históricas
que dan cuenta de la presencia de población negra esclava en Carora durante el
período colonial, surge una interrogante: ¿por qué en Carora se mantuvo esta rigidez
en la celebración de San Juan, que no fue permeable a la influencia de los
esclavos africanos, siendo que en la costa y hasta en la vecina ciudad de El
Tocuyo (Ramos Guédez, 2011b) hubo incorporación de elementos culturales negros
en las celebraciones religiosas?
He allí una situación que nos deja entrever
la ocultación cultural del negro en el espacio caroreño, fenómeno en el cual
las cofradías ejercieron un rol importante. En tal sentido, Díaz Sánchez (1975)
expresa que “la Iglesia poseía elementos disuasorios que hacían innecesarios
los procedimientos violentos. Entre estos cabe subrayar el de las cofradías
religiosas cuyo auge en la masa del pueblo fue enorme a todo lo largo de los
siglos XVII, XVIII y XIX” (pp. 187-199).
En este orden de ideas, es de subrayar lo
que señala Cortés Riera (2003) en cuanto a inscripciones en las cofradías
caroreñas y la manera de encubrir la imposición de la fe católica a los negros
esclavos:
...Tenemos tres
situaciones en las que los esclavos eran inscritos bajo cierta presión: “Ignacio,
negro esclavo de la Santa Iglesia, lo mandó asentar el Vicario Sancho Sánchez
de la Rocha, en 1683; en ese mismo folio aparecen apuntados “Ysabel Mexía,
mulata libre que sirve (sic) al Señor Provisor Agustín de la Palma”; finalmente
la curiosa situación de Francisca del Rosario quien entró a la hermandad como
“esclava de la Virgen Santísima”. (p. 138)
El mismo Cortés Riera (2012), expone que a
principios del siglo XVII fueron establecidas en los sitios de Siruma y
Camururo, al este de Carora (actual carretera Lara-Zulia), unas haciendas
propiedad de la Iglesia Católica que se basaban en el trabajo de la mano de
obra esclava y que reunían las cofradías conformadas por dicha población. A
esas haciendas se les llamó “del Montón” porque agrupaban a las cofradías del
Santísimo Sacramento, Nuestra Señora del Rosario, Glorioso Príncipe de los
Apóstoles, Señor San Pedro, San George, Benditas Ánimas del Purgatorio,
Dulcísimo Nombre de Jesús. El centro religioso y administrativo de tales
propiedades eclesiásticas estaba en Burere y comprendía sitios y poblados como
Guedes, Daguayure, La Redonda, Zaragosa, La Sabaneta, Boraure, Los Quediches,
Venadito, Cadillar, Lagunita, Hueso de Venado, Burerito, (párr. 1 y 2).
Los antecedentes son un incuestionable de
la cuantía de población negra en Carora y su jurisdicción. Y otro dato que sorprende o al menos nos
llama la atención, según lo describe, Ponce, M. (1980), Es el hecho que aún antes de la fundación hispánica de
Carora, un documento referente a un Juicio de Residencia llevado por el Juez y
Gobernador de Borburata Alonso Arias de
Villasinda en contra de Juan Pérez de Tolosa
entre 1553 y 1554, (pp. 25-29), haga reseña a la presencia de negros esclavos
bajo responsabilidad de Juan de Villegas, en tierras del Morere, los cuales
habían inducido la escape de unos indios que se situaban “sobre la vertiente de Carora (sic) a la
sabana de los cuycas” a causa de
malos tratos.
Si bien no hubo habitación de negros
esclavos antes de la fundación de Carora, hubo tránsito de estos es ese espacio
territorial, toda vez que la propia ubicación de estas tierras se halla entre
las primigenias ciudades de Coro y El Tocuyo, que fueron asientos hispánicos
primeros en el occidente de lo que hoy es Venezuela.
Así lo refiere, Obispo Martí, M. (1969). Fusionado a la representación que se señala,
hay que destacar que la influencia de estos grupos mestizos fue el motivo de
contrariedades en las autoridades eclesiásticas. En el lapso que duró la visita del obispo
viajero – Marzo – Agosto de 1776 -,
este patriarca pudo observar “indiscutibles
arbitrariedades” en cuanto a ceremonias y festividades por lo cual dictó “decretos
en defensa de la moralidad pública y
privada de Carora”, siguiendo quizá la mima línea que impuso en
Caracas a partir de 1756 el obispo Diez Madroñero, y que conllevó a bautizar
las esquinas de la ciudad del Ávila, con nombres religiosos, a repicar campanas durante el día
para indicar horas de guardar.
Habrá que indagar en aquel momento: ¿a qué
consagraban en sus días de descanso o qué actividad social realizaban en días
de fiesta, los negros y el resto del mestizaje?
A este respecto, Oropeza, A. (1996)
nos expresa que: “… los actos de
la vida social, particular y ciudadana, ellos se reducían a inscribirse en las
numerosas cofradías; a asistir a las frecuentes solemnidades del culto; a rezar,
en comunidad, familiares y esclavos, el santo rosario… ( ) y a entablar, por la limpieza de la sangre,
largos pleitos judiciales”. (pp. 21-34)
Retomando la celebración de San Juan
Bautista y su fervor en la ciudad del Portillo de Carora se formó desde sus
inicios en una localidad artesanal donde el patrimonio del cuero proveía el dinamismo
productivo. Este material producido en
estas tierras se enviaba a Nueva Granada y el Caribe, estos productos manufacturados
eran utilizados por sus animales, en la región de lo que hoy es el occidente
venezolano. Pero, acudamos a lo que nos señala Rojas (2002). Fundado en la acción
productiva de la región: “…podemos apreciar
que el grueso de esta población y, en especial, de la población esclava, estaba
localizado en los valles de los ríos Turbio y Yaracuy, (…) en los valles de
Aroa (…) y en los valles de El Tocuyo y Curarigua, además de las ciudades donde
el negro será incorporado como esclavo doméstico… como mano de obra artesanal y
de servicio” (p133).
Para el historiador Mora Santana (2000), diserta sobre la posición que asumió el clero, donde existía la severidad por parte de la Iglesia que demandaba en la homilía que la oración se incluyera a los esclavos para incorporarlos a la fe cristiana, y la obligación de los dueños de llevarlos a los actos litúrgicos. El celo era firme, ceñido y sólo podían estar junto a sus amos en el banco de la iglesia asignado a la familia. De allí que la comunicación entre los negros esclavos al salir a la calle e ir a misa y viceversa, se circunscribiera a cruzar miradas unos a otros. Trayendo como resultado, que no ejecutaran los sonidos del tambor para comunicarse, no hubo gregarismo social, más allá del que se hacía entre los pocos que cohabitaban en cada factoría. Era algo así como un proceso de domesticación.
Reflexiones Finales
El estudio realizado viene a constituir un aporte para la comprensión de la realidad socio-antropológico y religiosa de Carora (Venezuela) a partir de su historia colonial, contribuyendo, además, a desentrañar la complejidad de las celebraciones de San Juan en Venezuela, al hacer una aproximación a los elementos que explican la diferencia entre el culto a San Juan en la aludida ciudad y las festividades de este santo en otras regiones del país, principalmente, la centro norte costera, en las cuales prevalece la influencia africana.
En tal sentido, los mecanismos de
dominación colonial ejercidos, principalmente por la iglesia católica a través
de las cofradías y la posesión de las haciendas, se constituyen en el factor
más sobresaliente que concurre en la explicación de la ausencia de rasgos
culturales africanos en las celebraciones de San Juan Bautista en Carora. Se
trata, por tanto, de un fenómeno ligado el antagonismo de clases en la época
colonial.
El hecho de que la Iglesia Católica
reuniera a las cofradías en estas haciendas, donde a la par controlaba el
espacio de trabajo agropecuario de la mano de obra negra, permitió a esta
institución mantener una estrecha vigilancia que dificultó la penetración de
las expresiones culturales de los esclavos en las prácticas religiosas
católicas, particularmente en la celebración de San Juan, lo que constituye una
explicación plausible respecto a la ausencia de influencia africana en las
festividades de este santo en Carora. En este orden de ideas, señala Bourdieu
(1975, citado en Camacho Rivas, 2013) que el esclavismo y las relaciones de
lucha y dominación entre las clases sociales, configuraron la subjetividad del
espacio donde nacieron las prácticas culturales, que identifican a los grupos
de afrodescendientes establecidos (p. 63).
Por otra
parte, se debe considerar la importancia de la actividad económica,
condicionada por el medio geográfico, en la configuración de las variantes de
las manifestaciones de culto a San Juan en Venezuela. En tal sentido, señala
Camacho Rivas (2013), refiriéndose a las festividades del santo, que “la
actividad cacaotera desde la época colonial en las costas aragüeñas, ha
contribuido en la conservación de tradiciones y costumbres trasmitidas de
generación en generación…” (p. 70). A lo que agrega la autora: “El cultivo
posee referentes simbólicos de relevancia para la comprensión de las
manifestaciones culturales presentes en la costa aragüeña” (p. 71).
Siguiendo
esta misma lógica, se puede argumentar que la naturaleza de la explotación
agropecuaria en el semiárido caroreño durante la colonia, con rubros distintos
a los de la zona costera; con otras prácticas y con características físicas
diferentes en las fincas, también pudo marcar diferencias entre el culto a San
Juan en la ciudad de Carora y en la región centro-norte, en cuanto a la penetración
de los rasgos de la cultura africana en dichas ceremonias.
En definitiva, el culto a San Juan en Venezuela muestra una historia condicionada
por múltiples elementos socioeconómicos y culturales, que han trascendido en
Venezuela hasta nuestros días, en diferentes representaciones religiosas y
artísticas (Camacho Rivas, 2013, p. 60).
En todo caso, se requiere profundizar los
estudios sobre las variantes de la fiesta de San Juan Bautista en el país, para
validar los planteamientos explicativos aquí expuestos o aportar nuevos
argumentos, siempre desde una visión totalizante del contexto que rodea al
hecho histórico.
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